Cultura y cultura política ~ V i r t u a l P r e s s R o o m

Cultura y cultura política


Por: Gibrán Ramírez


Una perspectiva propia

Las acepciones de la palabra cultura son muy variadas y es imposible que haya un consenso universal acerca del concepto. Hay algunas que hacen referencia al desarrollo de las facultades humanas en todas sus esferas; otras se refieren a “todo lo que hace el hombre”, haciendo énfasis en las costumbres y en la forma de vida cotidiana.

Si hablamos de la cultura política –en particular- desde el primer enfoque, los extremos posibles son: que no halla desarrollo de las facultades políticas del hombre o, en caso contrario, que éstas se encuentren desarrolladas, pero, siendo así ¿Cuáles son las facultades políticas? Esta explicación del concepto de cultura política es a todas luces insuficiente, o en todo caso difusa; sin embargo pasa lo mismo con la definición que ofrece el segundo enfoque, pues sería cultura política todo lo que el ser humano hace con ese respecto.

No habría falta de cultura política -por ejemplo- , en todo caso se le llamaría de “cultura política de no participación”. Estas entre otras razones son las que motivan que no suela hablarse de cultura política, sino sólo haciendo referencia a un sistema de gobierno o línea ideológica; así podemos oír en nuestro tiempo de la “cultura democrática”, los socialdemócratas hablan de la falta de “conciencia social” y en el contexto pro-comunista pudiera haberse hablado de la importancia de la “conciencia de clase”. Todos los anteriores son sin duda elementos de cultura política, o sujetos de su campo semántico, pero ninguno constituye la cultura política en sí mismo.

La definición de cultura política es un tema de mayor profundidad del que se encargán los grandes sociólogos de la cultura política (leer, por ejemplo, a Roger Bartra); pero ¿cómo se construye, según un punto de vista personal, lo que se considera cultura política en un sentido amplio?

Es difícil –sino imposible- sustraernos del entorno que nos rodea en cuanto a hechos físicos, químicos, biológicos y geográficos; la enajenación en nuestros sentidos no puede ser tan profunda para dejar pasar inadvertido que el sol sale, que las cosas caen, que respiramos o que caminamos en un llano.

De la profundización en el conocimiento de las cosas que nuestras percepciones sensoriales registran, sin llegar a un conocimiento estrictamente científico, surge la cultura en general, que por desgracia suele ser una colección de elementos (superficiales por que no dan capacidad operativa) de conocimiento en que las ciencias sociales ocupan un lugar secundario.

Las ciencias naturales tienen la cualidad de despertar más curiosidad al ciudadano común que las ciencias sociales, a causa de la inmediatez más evidente del objeto del conocimiento.

Es muy fácil –y parece darse en automático- que las personas se sustraigan del entorno social que les rodea más allá de su familia, la enajenación de nuestra mente nos permite que pasen inadvertidos ante nosotros los cambios políticos de cualquier índole; de la ley de medios, de la negociación de la reforma electoral o de la viabilidad de un sistema semi-parlamentario para México.

De la profundización –a veces intencional- de ésta condición de ignorancia deriva la “falta de cultura política” o de cultura democrática, de acuerdo a nuestro contexto. La falta de obviedad de la inmediatez de los cambios políticos, unida a la individualización paradójica de nuestro mundo globalizado es la causante de la falta de interés y siquiera curiosidad del conocimiento del área social.

La falta de conocimiento del área social en general, y del área política en particular, es un mal que aqueja a nuestra sociedad y que genera un círculo vicioso que curiosamente sólo tiene un eslabón débil; la problemática social y cultural puede romperse con un “desarrollo de las facultades políticas” o con la culturización política de la sociedad.

El motor que tiene la capacidad de impulsar a la colectividad a dejar el estado de conformismo ante la falta de soluciones a los problemas sociales es la participación política, que presupone una conciencia del efecto social de las acciones particulares. Cultura democrática o cultura política no es lo mismo que conocimiento basto, profundo y sistemático de la ciencia política o de la teoría de la democracia.

No es necesario tener una lectura científica de la sociedad para tener conciencia de ella misma, así como no es necesario entender el equilibrio térmico para saber que una sartén se calienta al fuego y el aceite dentro de ella. No pedimos una sociedad de eruditos, pero podemos aspirar a contribuir a una sociedad más culta, en específico, políticamente hablando.
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