¿La calle es de quien la trabaja? ~ V i r t u a l P r e s s R o o m

¿La calle es de quien la trabaja?


El ambulantaje en el centro histórico.

Por Sebatián Ayala Mehldau


Desde que Marcelo Ebrad asumió el gobierno de la capital de México, ha hecho un esfuerzo grande por erradicar el comercio informal e ilegal. Han sido ya varios los desmantelamientos de tianguis y mercados negros de autopartes robadas, o de lo que sea… Ahora fue el turno de los puestos ambulantes que ocupaban calles aledañas al centro histórico.

Es cierto que estas medidas de desalojamiento son vistas por los ojos de la ley como algo positivo, ya que el funcionamiento de estos negocios es ilegal y no hay razón, en un principio, para no respetar las normas establecidas, sean buenas o malas. Todos los ciudadanos nos sometemos a estas leyes establecidas en la constitución mexicana y, por lo tanto, estamos obligados a cumplir con ellas.

Seguramente los “esfuerzos” de Ebrad por erradicar el comercio ilegal de las calles del D.F. de igual manera agradan a muchos ciudadanos, sobre todo a aquellos que trabajan de manera honesta y según la ley; y, en gran medida, hay razones más que suficientes para sospechar que la simpatía de unos cuantos ciudadanos son el motivo real de las acciones del gobernador capitalino, no tanto la legalidad.

Aunado a todo lo ya mencionado, el hecho de que los vendedores de las banquetas no paguen impuestos, justifica el desalojamiento de aquellos comerciantes del centro histórico. Es verdad, pero el problema no se queda allí, no se trata nada más de lo que es legal y de lo que no.

Como bien lo menciona Miguel Ángel Velásquez el día lunes 15 de octubre del 2007 en su columna ciudad perdida[i], el ambulantaje significa para muchísimas familias un único modo de comer, de subsistir. Son familias marginadas de la actividad económica formal de la Ciudad de México, sin oportunidades prontas ni futuras. La mayoría de los vendedores ambulantes no conocen otra forma de vivir, porque no se les ha brindado.

Si a estas personas que ya no tienen derecho (aunque legalmente nunca lo han tenido) de vender sobre el asfalto, no se les otorga otras formas de subsistencia, ya sean espacios para sus ventas u otra suerte de empleos formales, 1) vivirán en la miseria total, o bien 2) buscarán la manera de regresar a las calles cercanas a las construcciones coloniales del centro.

No cabe duda que el ambulantaje es fruto de los empleos que no existen y que son responsabilidad de la economía mexicana crearlos. Los comerciantes, los desempleados o, como muchos creen, “los holgazanes”, no se van a las calles simplemente por que el ambulantaje sea un negocio próspero. Más bien hay una necesidad.

No hay tal afán de justificar estas actividades extralegales, ni mucho menos: simplemente es una reflexión que pretende mostrar el lado oscuro de la luna, la otra cara de la moneda, la sombra de lo que parecía una iniciativa honesta y llena de buena intención por parte del gobierno capitalino, y que muchos no quieren ver.

Es cierto que los puestos en las calles se ven mal y que dificultan el tránsito a través de ellas; sin embrago, antes hay que ver las condiciones que orillan a este tipo de actividades y buscar soluciones reales, y no nada más “limpiar” los caminos de vendedores ilegales simplemente por su carácter ilegal, sin importar adónde vayan a parar –o caer.


[i] Velásquez, Miguel Ángel. “¿Qué será de los ambulantes?”, La Jornada (México D.f.), 15 de octubre de 2007, en la columna ciudad perdida.