Por Sebastián Ayala Mehldau
Either/Or sin lugar a dudas representa uno de los esfuerzos más importantes por crear pop bello después de toda una época de desprestigio de este género. En su tercer álbum, Elliott Smith logra plasmar un total de doce canciones, siempre buenas, de principio a fin; es, definitivamente, una de las grabaciones sobresalientes de la década de los 90’s.
Either/Or sin lugar a dudas representa uno de los esfuerzos más importantes por crear pop bello después de toda una época de desprestigio de este género. En su tercer álbum, Elliott Smith logra plasmar un total de doce canciones, siempre buenas, de principio a fin; es, definitivamente, una de las grabaciones sobresalientes de la década de los 90’s.
Con estas palabras grandilocuentes introduzco una de las reseñas musicales más personales que haya hecho jamás, un impulso difícil de detallar me impide evitarlo. De cualquier modo tengo la certeza de que no me equivoco en resaltar la grandeza de Either/Or. En gran medida, este álbum significó el resurgimiento que se ha vendido dando, paso a paso, de sonidos familiares al folk estadounidense de otras décadas.
El compositor de Omaha, Nebraska, hizo bien su tarea de escuchar a los grandes de las décadas de los 60’s y 70’s: a los Beatles, a Donovan, a Dylan, a los Beach Boys, entre muchos otros, pero no por eso deja de dotar sus creaciones de un sello muy particular e innovador, una y otra vez.
Hoy, grupos como Page France, Iron & Wine, Bright Eyes y otros compositores de la talla de Sufjan Stevens o Bonnie “Prince” Billy, le deben al menos una significativa parte de su influencia al por muchos aún subestimado Elliott Smith. En la pantalla grande, también se le rindió culto al músico estadounidense, como en el caso de The Royal Tenembaums, la película de Wes Anderson del 2001, en la que aparece una de sus canciones más hermosas: Needle In The Hay.
Regresando a la parte de que esta es, de alguna manera, una reseña personal, quiero decir que Smith siempre estuvo para mí en los momentos más desgarradores que he vivido. Como bien me hizo notar un amigo íntimo, escuchar sus discos, es querer llevar ciertos sentimientos al límite, cuando todo está mal, cuando todo es una mierda… En este sentido, vale la pena escuchar Everythimg Means Nothing To Me, del álbum Figure 8.
Pero, hablando de Either/Or, que aparece a la venta en 1997, es su madurez la que hace la diferencia ante previos trabajos de Smith (Roman Candle, Elliott Smith), y su simpleza la que impide una comparación con discos posteriores (Figure 8, From A Basement To The Hill). La grabación del disco entero corrió por cuenta de él mismo, en diversos lugares y en ningún estudio de grabación profesional. Se entiende, por lo tanto, que no hubo productor quien metiera mano en el proceso creativo del músico.
Una guitarra acústica sin complicaciones y por ratos cruda, pero siempre melódica; de vez en cuando un arpegio igualmente sencillo –como en el caso de Angeles–, domina el disco completo y sólo permite la entrada de la guitarra eléctrica, de manera intermitente y sin abusar, en los tracks Pictures Of Me, Punch And Judy y Cupid’s Trick. La batería es aún más discreta que la guitarra, sin mucho virtuosismo ni sonidos innecesarios, no obstante, igual de sensacional.
El disco abre de esta manera, con una canción sencilla en todos los sentidos, sin mayores arreglos instrumentales. Sin duda suena interesante, mas no es ni un poco de lo que le espera al escucha que se encuentra ansioso junto al reproductor de compactos. A partir de aquí, habrá momentos de alta emotividad
Y es así como la característica voz de Elliott Smith, delicada y dulce sin ser empalagosa, adquiere su mayor expresión en uno de los tracks de mayor belleza del álbum: Between The Bars; una canción ideal para reclinarse profundamente en una cómoda butaca y beber un trago mientras uno se deja llevar por los ya mencionados sonidos. Después de este momento, uno de los más emotivos del disco, hay que aguardar hasta el track número nueve, Angeles, para llegar al clímax sentimental de esta experiencia de doce canciones.
Quien cae en los sentimientos expresados en la música –no tanto en la letra como en la música, por lo que evité hablar de la primera– de Either/Or, necesitará de las dos últimas canciones del álbum, 2:45 am y Say Yes, para remediar el cuero enchinado que seguro experimenta hasta ahora. Estas dos últimas canciones son más divertidas, sin dejar de lado la nostalgia predominante en toda la obra reseñada, sobre todo Say Yes, que es también de las canciones preferidas de los que disfrutan de Smith,.
Pues bien, ya he mencionado que es un disco altamente inspirador, nostálgico y de suma importancia, no sólo para Elliott Smith, sino para toda una generación. Quizá no cualquiera reconozca la grandeza de Either/Or o comparte mi visión acerca de su importancia, porque, como ya lo he dicho, es una visión un tanto subjetiva. De ahí que queda en cada persona escuchar la obra, tratar de comprenderla hasta lo más profundo de su razón de ser, si es que le encuentran alguna.
De cualquier modo, creo que probablemente haya algunos que prontamente disfrutarán esta música de fondo en una reunión, mientras beben y platican. No faltará quien capte la esencia del álbum, convirtiéndolo en uno de los favoritos de la colección. Si bien al ya muerto Elliott Smith no le alcanza ni por poco para estar en una colección junto a los grandes de toda la historia del rock y el pop, sí ocupa un lugar privilegiado en la lista de los mejores de la última década.
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